La Asociación promueve, desde hace años, la participación en sus huertos urbanos de Santiago de Compostela y Ferrol. Se trata de una actividad al aire libre con un impacto positivo tanto para el cuerpo como para la mente, y se enmarca en el programa lúdico-terapéutico EnRede. A través de los huertos, los pacientes oncológicos se reúnen para cultivar productos agrícolas y estrechar lazos personales.

La iniciativa tiene especial éxito en la ciudad departamental. Allí, bajo la coordinación del equipo de voluntariado de la Asociación, los participantes cuidan y recolectan cebollas, ajos, patatas, tomates y otras verduras en un espacio cedido por el centro cívico del barrio de Canido.

Ana María Corral es una de las voluntarias que acompañan a los pacientes en esta experiencia. Ella admite que al principio no tenía conocimientos sobre el mundo de la agricultura, pero la iniciativa le resultó tan inspiradora que realizó cursos y estudió sobre la materia por su cuenta. Ahora les ayuda a podar las tomateras, a regar los semilleros, a recoger las cosechas o a acabar con posibles plagas en sus cultivos; todo ello adaptado en función de las características y capacidades de cada paciente.

“Para mí es un milagro que un grano tan pequeño florezca y que de él crezca todo lo que comemos. Descubrí algo en el proyecto que no se me pasaba por la cabeza”, afirma Ana María Corral. El huerto es también un punto de encuentro donde los pacientes “hablan de su enfermedad, de sus tratamientos y de lo que les pasa. Tenemos por costumbre hacer una parada para tomar café o compartir una comida en la que empleamos algunos de los alimentos cosechados en el huerto. Si hay calabacín, por ejemplo, podemos hacer una tortilla y la disfrutamos entre todos. Es algo muy positivo”.

La labor desarrollada por las voluntarias “ha conseguido humanizar el espacio”, asegura Adela Bastón, coordinadora de voluntariado de la Asociación en Ferrol. “Han creado una comunidad en la que no solo cultivan, sino en la que los pacientes comparten intereses, su día a día y el gusto por el campo de una forma tranquila y relajada”.

Una de las participantes en el huerto urbano de Ferrol es Zoila Gago, que empezó a participar en esta iniciativa poco después de unirse a la Asociación y de ser diagnosticada con cáncer de mama. Durante años ha colaborado en el mantenimiento del huerto debido a los efectos positivos para su vida. “Lo que peor llevaba con la quimioterapia era sentirme estancada. Estar en el huerto trabajando la tierra y con otras compañeras me ayudó mucho. Como dice el refrán: ‘manos ocupadas, cabeza despierta’”, comenta. “No se trata solo de la labor, también es importante la terapia que hacemos. Todas pasamos por una enfermedad y a veces compartimos impresiones de lo que vivimos”.

Rosalía Fernández, psicóloga de la Asociación, resalta los beneficios de esta dinámica al aire libre. “Son un punto de encuentro para pacientes que han pasado por una situación similar. Se trata de personas que, muchas veces, están en puntos diferentes del proceso oncológico. Compartir sus experiencias les sirve de mucho”.