Cómo prepararse para los tratamientos del cáncer

Los tratamientos, al igual que las pruebas, no son siempre dolorosos o molestos, aunque algunos pueden resultar, en ocasiones incómodos o difíciles de tolerar.

Cada persona es distinta, y cada prueba o tratamiento es diferente, pero hay unas recomendaciones comunes que le pueden ayudar:

  • Acude acompañado a hacerte las pruebas o a recibir los tratamientos. A la mayoría de las personas les tranquiliza tener a alguien con quien hablar, o que simplemente le acompañe. Si prefieres ir solo, puedes hacerlo sin problemas. 
  • Expresa tus miedos y dudas. Especialmente en el inicio de los tratamientos es frecuente verse inundado por preocupaciones y temores: ¿y si algo no sale bien?, ¿y si el tratamiento no funciona?,¿y si no lo aguanto?. Estos pensamientos son normales, pero nos hacen sentir aún peor, por lo que es importante identificarlos y expresarlos. Para intentar reducirlos o modificarlos puedes pensar cosas como: “Estoy en buenas manos”, “la medicina ha avanzado mucho”, etc. Trata de pensar en el objetivo de las pruebas y los tratamientos. Te ayudará a mantener una actitud más positiva en los días difíciles. Recuerda que aunque los tratamientos pueden alterar tus hábitos, costumbres y actividades cotidianas, son temporales y necesarios para recuperar tu salud.
  • Si necesitas información consulta a tu médico. En ocasiones lo que se lee o escucha no es del todo verídico,. por lo que te puede llevar a confusión. Cuando anticipamos una situación, la mayoría de las veces nos la imaginamos mucho más grave de lo que realmente es. Conocer con exactitud los procedimientos, los efectos secundarios y las posibles sensaciones que se pueden experimentar permitirá disminuir miedos muchas veces infundados. Habla con tu médico y pon en marcha recursos para facilitar tu recuperación. Ten presente que la mayoría de los efectos secundarios son temporales y además cada vez hay más tratamientos para reducirlos. 
  • Apunta los distintos síntomas. Te servirá como recordatorio para consultarlos con el médico.
  • Utiliza alguna TÉCNICA DE RELAJACIÓN antes y durante la realización de la prueba.
  • Cada persona reacciona de distinta forma a los tratamientos. No todo el mundo presenta los mismos efectos secundarios. 
  • Es normal que estés preocupado. Pero debes saber que la mayoría de molestias que ahora vas a experimentar son efectos secundarios del tratamiento. No significan que la enfermedad haya empeorado. 
  • Piensa que los tratamientos, por largos que parezcan, acabarán. Ten presente que mientras dure el proceso, tendrás días mejores y días peores. Si te sientes muy mal, piensa que esto pasará e intenta plantearte metas cortas a corto plazo, vive el día a día
  • Recuerda que la mayoría de los efectos secundarios son temporales. Poco a poco te irás recuperando. 
  • Los cambios de humor, los problemas de concentración y memoria pueden aparecer por efecto de alguna medicación u originados por la situación de tensión que estás viviendo. Irán mejorando cuando acabe el tratamiento. Mientras tanto, realiza aquellas actividades para las que te sientas preparado
  • Pide ayuda, es probable que te resulte dificil seguir ocupándote de todo lo que hacías antes. Es preferible que solicites ayuda para no forzar demasiado tu organismo. 
  • Recuerda que tienes derecho a pensar en ti y a cuidarte. Date permiso para hacerlo. 
  • Será importante para ti y te ayudará CUIDAR TU IMAGEN. Haz lo posible por verte mejor. Cuanto mejor te veas y más te guste tu aspecto, más fuerza y ánimo tendrás para seguir adelante. 
  • Algunas personas pueden estar excesivamente pendientes de los síntomas. Esto puede hacer que la vida gire alrededor de éstos, de las medicinas y del hospital. Tienes que saber que estar muy pendientes de nuestro cuerpo nos hace estar más sensibles a cualquier cambio corporal y esto produce mucha angustia. Recuerda que está bien vigilar nuestro cuerpo, pero no con una preocupación excesiva. 
  • Si temes al dolor y al sufrimiento, puedes sentirte muy angustiado ante la perspectiva de tener que someterte a una operación o pasar alguna prueba médica. Es normal. Tener miedo al sufrimiento es humano. Comenta tus temores con los profesionales sanitarios que te rodean para valorar la mejor forma de controlarlo si aparece. Recuerda que existen muchos tratamientos médicos y psicológicos eficaces para controlar el dolor.
  • Dedica tiempo a realizar actividades agradables para ti.

 

Si estás muy nervioso, coméntaselo a tu médico. Puede darte alguna medicación para reducir la ansiedad ante esta situación.

 

Recomendaciones antes de la cirugía 

La cirugía de la mama será el tratamiento más habitual y puede ser una gran fuente de estrés. Este tratamiento necesitará que pases unos días en el hospital, lo que alterará aún más tu vida familiar, social y laboral.

 

Para conocer de manera más detallada en qué consiste la cirugía de mama, pulsa aquí.

La hospitalización implica abandonar nuestro hogar y nuestra actividad habitual, restringe nuestra autonomía y perdemos en parte nuestra capacidad para tomar decisiones y controlar nuestro entorno. Además, la cirugía siempre implica incertidumbre en cuanto al resultado. Todo ello es motivo más que suficiente para que te sientas nerviosa, decaída o asustada. 

Es importante que te tomes tiempo para prepararte, recopilando toda la información que necesites sobre el procedimiento quirúrgico y sobre el resultado esperado, preguntando y pidiendo aclaración a tu cirujano y ampliándola por otros medios si lo estimas conveniente (segunda opinión). 

También te ayudará tratar de dejar resueltas las cuestiones prácticas que para ti sean importantes (en el trabajo, en casa, o con tus hijos) antes de ingresar en el hospital. 

Y por supuesto, trata de adoptar una actitud positiva y optimista. La relajación también puede ayudarte en estos momentos. 

 

La toma de decisiones antes de la cirugía 

Cada vez con más frecuencia y dependiendo del diagnóstico, puedes tener opción decidir qué tipo de cirugía deseas recibir (tumorectomía, mastectomía) y si deseas hacerte una reconstrucción y en qué momento. 

Esta posibilidad puede generar en algún momento estrés y ansiedad al sentirte en parte responsable de una difícil decisión para la que puedes sentirte poco preparada o informada. 

Para tomar la decisión sin angustiarte: 

  • Tómate el tiempo que necesites para valorar tus opciones detenidamente con el médico. 
  • Pide al médico que te informe de las ventajas e inconvenientes de cada alternativa. 
  • Trata de saber qué cuestiones son prioritarias para ti a la hora de decidir: resultados estéticos, riesgos posteriores, duración de la intervención, probabilidades de curación… 
  • No olvides que tu decisión no tiene por qué ser compartida por otras personas. Al final, tú eres la paciente y la que va a pasar por la operación.

 

Preparación a la cirugía 

La cirugía oncológica suele ser una intervención mayor, por lo que es necesario un ingreso hospitalario durante un tiempo variable de un enfermo a otro, que por lo general suele oscilar entre una y dos semanas. 

 

Si la intervención es menor, como la toma de una biopsia o la extirpación de un pólipo, el paciente precisa, únicamente, permanecer durante unas horas en el hospital.

 

Estudio preoperatorio 

Antes de la intervención, se suele llevar a cabo un estudio que, generalmente, consiste en un análisis de sangre y de coagulación, un electrocardiograma y una radiografía de tórax.

Posteriormente, el paciente es citado en la consulta del anestesista, que una vez valorado el estado general del paciente y el resultado de las pruebas, determinará el tipo de anestesia más adecuado para la intervención que se vaya a realizar y el riesgo del paciente para dicha anestesia.

 

Consentimiento informado 

Previamente a la cirugía, debe preguntar o recibir toda la información sobre la técnica quirúrgica mediante la cual va a ser intervenido, qué riesgos y complicaciones conlleva ese tipo de intervención, qué secuelas pueden permanecer y qué recomendaciones son las adecuadas para minimizar dichas complicaciones.

En la actualidad, es habitual que su médico le pida que lea y firme un documento, donde consta reflejada toda esta información. En él reconoce haber recibido y comprendido la información expuesta y acepta recibir dicho tratamiento. 

Dependiendo de la localización y del tipo de intervención, el enfermo requerirá una mayor o menor preparación. En todos los casos es preciso acudir al quirófano en ayunas, con el fin de evitar aspiraciones por el vómito durante la cirugía.

 

Tipos de anestesia 

La anestesia permite no sentir dolor durante un periodo de tiempo variable. Dependiendo de la localización y del tipo de intervención se puede precisar un tipo concreto de anestesia.

La anestesia puede ser local, regional o general.

  • Anestesia local: Generalmente se emplea para intervenciones pequeñas como puede ser la toma de una biopsia en la piel. El fármaco se inyecta mediante uno o varios pinchazos en la zona donde se va a intervenir. El paciente está totalmente despierto sin sentir dolor.
  • Anestesia regional: Se pierde la sensibilidad de una región del cuerpo mientras el paciente se mantiene consciente, aunque por lo general se le administra un sedante que le ayuda a permanecer relajado durante la intervención.
    Un ejemplo de este tipo de anestesia es la epidural. Se inyecta un anestésico en el espacio epidural que hay entre dos vértebras de la región lumbar, en la parte baja de la espalda, para bloquear la conducción de los impulsos dolorosos que viajan por las raíces nerviosas. Se pierde la sensación de dolor de la mitad inferior del cuerpo.
  • Anestesia general: El paciente permanece dormido durante toda la intervención sin sentir ningún tipo de dolor. Generalmente, se induce mediante la introducción del anestésico por vía intravenosa. Durante la cirugía, un anestesista se encargará de controlar las constantes vitales del enfermo.

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