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Linfoma de Burkitt Estadio IV

Hace 4 meses

Mi relevo

El inicio de nuestra carrera no comenzó con aplausos ni música ni ovaciones. Tampoco con pancartas de ánimo ni un cartel que indicase “Salida”. Había varios espectadores viéndonos, nada de multitudes, éramos unos pocos, los de siempre y también algunos desconocidos. Todo empezó con una molestia abdominal en la sala de Urgencias del Hospital General de Alicante. Lo sé, un comienzo algo atípico. Podíamos haber elegido un paisaje diferente, al aire libre, pero todo sucedió entre estas paredes blancas y algo avejentadas de ese hospital.

Supongo que hay principios más ilusionantes, más eufóricos. El nuestro fue así, discreto y sin importancia, tímido, sin querer avisar el comienzo de algo, inconsciente. 

Tras varias pruebas ese mismo día, nos confirmaron que Álvaro tenía una masa sospechosa en el intestino y quedó ingresado para realizar una colonoscopia con biopsia de urgencia, para descubrir qué era eso que se había instalado en su barriga.

El 12 de Septiembre de 2024. Ese fue el día en que realmente sonó el pistoletazo de salida. Justo a las 9 de la mañana. Entramos enseguida en la consulta. El digestivo, nada más vernos, dijo: “Álvaro, ya tenemos los resultados de la biopsia, es un linfoma, todavía no sabemos nombre y apellidos, pero no te preocupes, eres joven y sano y tendrás quimioterapia ambulatoria y poco más”. A las 4 de la tarde, sonó el móvil. Era una hematóloga del Hospital: “Álvaro, no me gusta tener que decirte esto por teléfono, pero tienes un linfoma de Burkitt, es muy agresivo y rápido, y tienes que ingresar hoy a las 6. Nos vemos en Admisión”.

Nunca olvidaré ese día, ni esa tarde. El tiempo no pasaba, la angustia era asfixiante, no sabía qué hacer, qué decir. No sabía nada. No entendía nada. No creía en nada. Nos despedimos y se subió en el coche de sus padres, apunto de emprender, el viaje más difícil de nuestra vida. Me quedé sola en nuestro piso de alquiler, con nuestras cosas, con la rutina, la compra recién hecha para la semana, los cacharros sin fregar de la cena del día anterior, los dos vasos en la mesa, la cama sin hacer, el silencio. Vacía. Aterrorizada. Perdida.

A partir de ese momento, empezamos a esprintar, como locos, sin orden, sin sentido, porque no sabíamos de qué iba el recorrido, pero sí comprendimos que había prisa. Nunca había corrido tan rápido, con tanto miedo, con tanta incertidumbre, con una sensación de pánico y terror indescriptibles, sin pensar ni hacia dónde me dirigía. Intentando entender, intentando confiar, intentando aceptar.

Muchas nuevas palabras se fueron haciendo nuestras a lo largo del trayecto. Aislamiento, PICC, PET-TAC, quimioterapia, inmunoterapia, Rituximab, corticoides, intratecal, médula, transfusión, defensas, plaquetas, linfoma, nutrición parenteral, mucositis, líquido libre. La habitación 769 se transformó en nuestra nueva casa durante dos meses de ingreso. 50 días de mucho, de todo. De pérdida de peso, de diarreas, de fiebre, de cansancio extremo, de efectos secundarios, de transfusiones, de drenaje, de pruebas. Lloramos, reímos, sufrimos, rogamos, rezamos, temimos (o temí), desesperamos, crecimos y cambiamos, cambiamos mucho. 

Han pasado más de seis meses desde que empezamos este camino y hemos superado muchos obstáculos. Nada parecido a las vallas, ni los saltos de longitud. Tiene más que ver con la sensación de no poder más, de tener que seguir, de intentar encontrar el equilibrio en la incertidumbre, de seguir queriéndonos como siempre pese a las dificultades, de seguir reconociéndonos delante de un espejo y de aceptar que esta carrera, no elegida, es nuestra.

Es nuestra y de muchas personas. De la familia que sigue sosteniendo en este camino pese a la desesperación y el miedo compartidos, de todo el equipo médico que decide hacer de esto su vocación y cuya seguridad y confianza te libera, de enfermeras y auxiliares que son ángeles llenos de luz, de los tratamientos innovadores y la investigación en oncohematología, de los amigos que a veces no saben ni qué decir, ni qué preguntar, pero que están ahí, de otros pacientes que están en su camino, de los testimonios de superación compartidos, de las asociaciones que intentan que este infierno sea un poquito más amable, de psicólogos y psiquiatras, tan importantes, que me han ayudado a entender que sin salud mental, ni puedes cuidar, ni puedes correr, ni puedes seguir.

 El cáncer, no sólo llega para el paciente, llega también al que acompaña, al que releva, al que intenta, al que cuida y al que ama al enfermo. 

Iniciamos la carrera de manera frenética, no entendíamos el camino, ni los kilómetros que tendríamos que recorrer. Y aquí estamos, hemos superado un buen tramo, seguimos sin saber cuánto queda, y confiamos en llegar a la meta.

Mi nombre es Blanca y Álvaro es mi pareja desde hace 8 años. Tenemos 30 y 28 años respectivamente.

Quiero dedicar este testimonio a todas las parejas, las compañeras de vida, las mujeres, las novias, las que llevan una relación larga o un poco más corta, informal o formal, las amigas, para ellas, porque no somos invisibles y formamos parte de esto. Porque esto impacta en nuestra rutina, en nuestros planes de familia, de maternidad, en nuestra vida de pareja, en nosotras. Porque hemos decidido quedarnos. Para todas ellas, os abrazo, os comprendo, os perdono y os quiero. No se puede solas. Necesitamos relevos, porque es más fácil correr en equipo, que avanzar exhausta sin saber ya ni cuál es el número de tu dorsal. Sois valientes y generosas por continuar en esta carrera, pero nunca os olvidéis de la vuestra, por favor. Seguimos.

 

Estoy aquí para ayudaros, a cualquiera que esté pasando esto y si estás leyendo esto, puedes escribirme libremente a bl97970@gmail.com

 

Hace 4 meses

Hola Blanca, aquí encontrarás mucha gente que te va  a ayudar y a la que tu has ayudado ya con solo compartir este testimonio. 

Nuestro teléfono 900 100 036 y nuestro equipo a vuestra disposición para lo que necesitéis

Un abrazo