El cáncer invisible (Episodio 3)

Hace 6 años

En estos momentos, mi locura aumenta por segundos, saco fuerzas para escribir mis peripecias en este mundo de incomprensión. Ahora lo último es que me van a ingresar, pero no en el hospital, sino en un psiquiátrico. Bien es cierto, que no como absolutamente nada porque no me entra la comida, tengo el abdomen como un globo a punto de estallar. Me comería un chuletón de buey de Ávila o unas alitas de pollo del KFC y a ver si por lo menos así reviento. Me siento como si mis órganos estuvieran atrapando mi cuerpo. Ya no cago, porque no me da la gana ver como mi preciosa caca está contaminada de un amarillo piolín y cada día se va a ir tornando de un color más claro hasta que sea blanca como la taza del váter. Y la orina se va transformando en Nestea, pero esto al médico no le dice absolutamente nada, menudo payaso. Hasta mi madre y su marido, que es como mi otro padre, se tuvieron que disculpar ante mí porque tras mucha discusión interna no les gustó como me había tratado el médico, con desgana y mala educación, y eso que es la sanidad privada, pero de tontos está lleno el mundo.
Por cierto, el Lorazepam mano de santo, se lo recomiendo a todos los enfermos. Es un desfase tremendo porque te pones a divagar sobre el existencialismo de la vida propia y sacas unas conclusiones muy interesantes sin preocuparte de lo más mínimo de lo que tengas o no tengas. Hasta mi hermano Óscar al que quiero con toda mi alma, me ayuda a tomarme las pastillas porque mi madre no se fía de que me las tome (pastillas psíquicas) y muchas veces no lo hago porque no tengo ningún problema mental aunque a veces se me vaya un poco la pinza, pero de momento puedo escribir sin ningún tipo de apuro. ¡Bendita escritura!